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David J. Skinner

~ Escritor – fotógrafo – cortometrajista

Archivos mensuales: noviembre 2014

Short story – Salvation

05 miércoles Nov 2014

Posted by davidjskinner in General, Noticias DJS

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horror, Short story


Besides the unearthly time of the day and being Thursday, the platform contained no less than ten people. Most of them were waiting for the train to the capital after a hard workday.

John Netsby, however, had other reasons. Even if his unremarkable presence was sensed by the others, they probably thought his nervousness (looking at his watch constantly, while observing the horizon) was due a long working day, or maybe a conversation and a few beers taking more time than prudence recommends. But, actually, Netsby was waiting for someone. A person capable of finish his nightmare.

When the last train made its appearance, a shiver ran through the man’s body. What if he had not been able to take it? That means another night awake, more chills and more threats. He couldn’t bear it, and he knew. He breathed again when saw a tall, thin figure wearing a long coat that seemed threadbare under the dim light of the station, and with a small bag as only luggage.

“Mister Abbott?” Netsby began his greetings several steps away from the newcomer. “I’m John Netsby.”

“You have already recognized me, so I can see,” was the quick response of the other, “therefore, introducing myself would be nonsense. It’s a pleasure to meet you personally, lord Netsby.”

They shook hands before speaking again, while walking towards the exit of the station.

“You know about the case,” Netsby said, after a few trivial sentences. “Both her mother and I are … desperate.”

“Desperation usually leads to precipitation and misleading. I can assure you that only a tenth of the cases I have dealt with, enclosed any danger. The mind, my dear friend, is one of the greatest mysteries of the universe. Do not worry; I’m sure that your daughter will be completely healed in a few hours.”

The peace and calm of Abbot’s words, instead of reassuring him, made ​​him having a knot in the pit of his stomach. He didn’t say anything.

A silence sprinkled with a couple trivialities were their only accompaniment until they arrived at the family house. Julia Netsby (maiden name, Smith) was waiting for them at the door, maybe opened more than an hour ago, or perhaps it had been just opened after the two men were spotted through the hazy night. One way or another, this was the last thing they were concerned about.

“Praise the Lord!”, exclaimed the woman, in a voice between surprise, disbelief and some discomfort for the delay. “She’s upstairs in the attic.”

Leaving the greetings for later, the two men climbed the narrow stairs, leading Netsby, which sometimes was going up the steps two at a time and others three by three, using an impossible to discern rule. Abbot, meanwhile, was advancing step by step, without ever being far behind of the other. Once upstairs, while one of them was panting with the effort, the other slightly opened his briefcase looking away from the person stood before them.

That person, of course, was the daughter of John and Julia. The girl stared at the stranger who had invaded her dominions, her mind unable to discover who he was or what he wanted.

Her human mind, at least.

“… Abbot…”

It wasn’t a little girl’s voice that coming out of the mouth of the child. It could hardly be considered a voice, actually. A growl? If we call breeze to a tornado, perhaps we could call growl to the cavernous sound which made both men looked up.

“Abbot… ”, she said one more time, “How sweet of you visiting me.”

The man didn’t reply. Instead, he continued with his previously interrupted duty, overlooking what had just happened in front of him. Netsby didn’t have the same willpower.

“Honey”, a tear ran over his cheek, “you will be fine.”

“Daddy, you bring the bad man to me.” This time, a child-like voice was heard.

“That thing is not your daughter!”, Abbot said quickly, “Don’t you listen…”

The sentence was interrupted when a baseball bat smashed into his head, making the man fall upon the ground. The next hit rendered him unconscious. Three more were able to form a large, red and gray stain in the floor.

“I made what you ordered”. Netsby dropped the bat and went closer to the girl. “Now, please, release her.”

“A deal is a deal”, the girl sentenced, with a voice that was not of her. “A life for a life, and a soul for a soul.”

 

“See you soon, John…”

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Relato – Vidas y almas

03 lunes Nov 2014

Posted by davidjskinner in General, Noticias DJS

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Relatos, Terror


A pesar de la intempestiva hora y de tratarse de un jueves, el andén alojaba a no menos de una decena de personas. La mayoría esperaban al tren con la única intención de desplazarse hasta la capital, tras un duro día de trabajo.

John Netsby, no. Si su anodina presencia hubiese sido percibida por el resto de personas, seguramente creerían que su nerviosismo —el continuo mirar el reloj, mientras oteaba el horizonte— estaba producido por una larga jornada de trabajo, o quizá por una conversación y unas cervezas que se habían prolongado más de lo que la sensatez dictaba. Sin embargo, la realidad era otra: Netsby esperaba a alguien. A una persona que podría lograr que la pesadilla terminara.

Cuando el que debía de ser el último tren hizo su aparición, un escalofrío recorrió el cuerpo del hombre. ¿Y si no había podido subir? Se imaginó una nueva noche en vela. Los gritos y las amenazas. No sería capaz de aguantarlo, y lo sabía. Volvió a respirar cuando vio a una figura alta y delgada, cubierta con un abrigo largo que daba la impresión de raído bajo la tenue luz de la estación, y que portaba un pequeño maletín como único equipaje.

—¿Señor Abbot? —Netsby comenzó su saludo varios pasos antes de alcanzar al recién llegado—. Soy John Netsby.

—Me ha reconocido, por lo que veo —fue la rápida respuesta del otro—, así que presentarme a mí mismo estaría de más. Es un placer conocerle en persona, señor Netsby.

Se estrecharon las manos antes de seguir hablando, a la vez que caminaban hacia la salida de la estación.

—Ya conoce usted el caso —dijo Netsby tras un par de frases intrascendentes—. Tanto su madre como yo estamos… desesperados.

—La desesperación suele conducir, con mucha frecuencia, a la precipitación y al equívoco. Puedo asegurarle que apenas uno de cada diez casos que he tratado encierra algún peligro. La mente, mi estimado amigo, es uno de los grandes misterios del universo. No se preocupe, estoy convencido de que su hija se encontrará completamente repuesta en unas horas.

La calma y parsimonia de Abbot, lejos de tranquilizarle, hicieron que se le formara un nudo en el estómago. No dijo nada.

Un silencio salpicado con un par de trivialidades fue su único acompañamiento hasta la vivienda familiar. Julia Netsby —de soltera, Smith— los esperaba en la puerta, que tal vez llevase abierta más de una hora o, quizá, acabara de abrirse tras divisar a los dos individuos atravesando la nublosa noche. De una forma o de otra, aquello era la menor de las preocupaciones de los presentes.

—¡Gracias a Dios! —exclamó la mujer, en un tono entre la sorpresa, la incredulidad y una cierta molestia por el retraso—. Está arriba, en la buhardilla.

Dejando los saludos para más tarde, los dos hombres subieron por las estrechas escaleras, liderando el paso Netsby, que igual subía los escalones de dos en dos como de tres en tres, siguiendo un criterio imposible de discernir. Abbot, por su parte, avanzaba escalón a escalón, sin llegar a quedarse en ningún momento a mucha distancia del otro. Una vez arriba, mientras uno jadeaba por el esfuerzo, el otro abría su maletín apartando levemente la vista de la persona que se hallaba frente a ellos.

Esa persona, por supuesto, era la hija de John y Julia. La niña miraba al extraño que había invadido sus dominios, sin que su mente fuese capaz de descubrir quién era o qué quería.

Su mente humana, al menos.

—…Abbot…

No era la voz de una niña la que había salido de la boca de la pequeña. Apenas podía ser considerada una voz, en realidad. ¿Un gruñido? Si llamáramos brisa a un tornado, tal vez podríamos llamar gruñido al sonido cavernoso que hizo levantar la vista a ambos hombres.

—Abbot… —volvió a repetir—, qué amable viniendo a verme.

El hombre no respondió, sino que regresó a su tarea anterior, ignorando en apariencia lo que ocurría frente a él. Netsby no parecía tener tanta fuerza de voluntad.

—Cariño… —Una lágrima se deslizó por su mejilla—. Vas a ponerte bien.

—Papá, has traído al hombre malo. —Esta vez era una voz infantil la que había hablado.

—Esa no es su hija —dijo rápidamente Abbot—. No le haga…

La frase quedó interrumpida cuando un bate de beisbol se estrelló contra su cabeza, haciendo que el hombre cayese al suelo. El siguiente golpe lo dejó inconsciente. Tres más lograron que se formara en el suelo una gran mancha roja grisácea.

—He hecho lo que querías. —Netsby soltó el bate y se acercó hacia la pequeña—. Libérala, por favor.

—Un trato es un trato —sentenció la niña, de nuevo con una voz que no era la suya—. Una vida por una vida, y un alma por un alma.

«Hasta pronto, John.»

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